¡Qué ganas tenía de poder disfrutar de esta obra de teatro que tanto recorrido ha tenido desde su estreno en la decimoctava edición del encuentro internacional de teatro universitario de Granada en el año 2020! Desde ese momento se ha representado en distintas ciudades de Andalucía e, incluso en el ciclo de teatro universitario de Beira, que se realiza en Portugal, y en el cual obtuvo el premio a mejor espectáculo tanto por el público como por el jurado de dicha edición. Sin embargo y, por problemas de agenda, no había tenido ocasión de asistir y debo de afirmar que mereció la pena la espera
La obra busca traer a la actualidad dos mitos griegos como son el de Electra y Medea a través de dos mujeres que están en la cárcel y que a través de una serie de escenas irán explicando el motivo por el cual se encuentran en ese lugar tan estrecho y asfixiante. A través de un lenguaje sencillo, pero crudo y real se comprende el mecanismo que las mueve y las lleva a actuar de esta forma, a pesar de que no se esté de acuerdo con sus actos.
Pero esta obra no funcionaría tan bien si no fuera por la escenografía, la música y la interpretación de las actrices: dos buenas amigas, Irene Aguilera y Elena del Pino, que aman el teatro y que se exponen ante el público cada vez que salen a escena: algo ante lo que siento mucho respeto y que se debería de valorar más. Es asombroso observar como se convierten en unas desconocidas que al mirarlas a los ojos te producen miedo, por la fiereza de sus gestos y sus palabras.
Como decía, la escenografía y la música juegan un papel importante en la obra, creando un espacio asfixiante y sobrecogedor para el espectador. Con un váter, una cama y una jaula a modo de ducha junto con la disposición de las sillas formando un cuadrado para representar las paredes de las celdas consiguen que nos transportemos al interior de una cárcel. A esto se le ha de sumar la música, compuesta por Matthew Carmill, que a través del sonido del violoncello conduce tanto al espectador como a las propias actrices en escena y que marca los ritmos de la obra, a lo que se le ha de sumar una iluminación que ayuda a crear la sensación de encierro y aprisionamiento.
A pesar de que estamos ante una obra dolorosa y que deja sin respiración, también hay espacio para coger aire: momentos tiernos y entrañables entre ellas dos, a pesar de que nunca llegarán a ser amigas, solo compañeras de celda: pequeños detalles que dan a la obra humanidad y que la hace creíble, llegando a emocionar y que transmite la magia que se produce en el teatro.